domingo, 6 de febrero de 2011

CÍRCULO PERFECTO: Cap. 1


Veinte años después.
El teléfono interrumpió mi lectura. Lenta, muy lentamente, me levanté del sillón y arrastré mis zapatillas hasta el teléfono. A medio camino, dejó de sonar, pero continué andando hasta él. Una llamada, a la una de la madrugada de un sábado, no sería de publicidad. Sin duda, sería importante.
Como yo predecía, no hubieron pasado ni diez segundos, cuando volvió a sonar.
Esta vez llegué a tiempo.
-        ¿Diga?-susurré.
-        Marie, menos mal que coges el teléfono-susurró la voz.
Al instante la reconoció.
-        ¿Qué ocurre, sherif?-pregunté.
Una idea comenzaba a tomar forma en mi mente.
-        ¿Estás ocupada?- siseó.
-        Son las una de la madrugada-dije a modo de respuesta.
-        Bien, te necesito. Tenemos un cuerpo.
Genial. Mi intuición me había hecho acertar de nuevo. Suspiré.
-        Bien. ¿Dónde tengo que dirigirme?-musité.
-        No, tranquila. Esa molestia te la puedo ahorrar yo. En media hora estoy en tu casa.
-        De acuerdo, entonces, hasta ahora-dije.
El sherif no respondió, pero tampoco colgó.
-        Marie...-comenzó.
-        ¿Sí?
-        Tal vez, te impresione un poco, pero los chicos de guardia ya están allí, y dicen que cuando han encontrado el cuerpo, presenta algunas similitudes con...-carraspeó-con el caso de tu madre-finalizó.
La mano con la que sujetaba el teléfono se puso rígida. Todo mi cuerpo se tensó automáticamente. ¿Cómo podía pasarle esto, veinte años después? No obstante, mi voz continuó siendo inexpresiva, indiferente, como siempre, pero esta vez con una cierta frialdad que no pude ocultar.
-        A las una y media-dije, y colgué.
No me permití ni un segundo en pensar en las últimas palabras que dijo el sherif. Simplemente dejé la mente en blanco, y me dirigí a mi habitación. Rebusqué en el armario, y pese a no haber encendido la luz, encontré alguna ropa decente. Siempre se me había dado bien ver en la oscuridad.
Me desprendí del camisón blanco, y lo suplanté con un jersey gris de cuello vuelto, y unos vaqueros negros. Me pasé los dedos por mi llameante melena para aplacar los rizos, y cogí cierto material que presentía que me haría falta.
Para cuando salí a la calle, el coche de policía ya me esperaba, con el sherif Tom dentro. Había una completa oscuridad, salvo las luces amarillas del coche y mi pelo, siempre rompiendo toda la oscuridad.
Abrí la puerta del copiloto, y me senté sobre el mullido asiento.
-        Hola-dijo.
-        Hola, Tom-dijo ella.
Arrancó el motor.
-        ¿Café?-dijo señalando un cartón de plástico que había en el suelo.
Ella lo cogió.
-        Sí, gracias. Me vendrá bien. Esta noche va a ser larga-suspiró.
-        Lo siento. Sabes que si no hubiera sido importante no te hubiera llamado. Y siento tambien lo de antes. He sido muy duro-se disculpó.
-        No importa-le restó importancia.
No añadieron más. Lo miraba cada pocas veces, casi se podría decir con cariño. En aquel hombre veía a mi padre, al que nunca conocí. Tendría la misma edad que mi madre si ella viviese aún.
Y, él había sido uno de los federales que me había encontrado. En aquellos tiempos, joven, alto, moreno. Lo recordaba. Mis recuerdos comenzaban a partir de aquel hombre, al que, en la comisaría, pregunté donde estaba mi madre y qué era aquel líquido rojo del que estaba empapada. De lo anterior, nada. Imágenes iban y venían pero no sabía como ubicarlas. Caras de hombres y voces susurrantes y envolventes me perseguían en sus pesadillas. Y aún lo hacían de vez en cuando.
-        ¿Dónde se ha producido?-pregunté con cautela.
-        En un edificio de las afueras, cerca del bosque-respondió.
Cerré los ojos, repentinamente cansada.
-        ¿Ha llegado ya el forense?-pregunté.
-        No. Bryan se tomó una semana libre desde ayer. El nuevo forense tendría que llegar mañana a primera hora. No podremos tocar nada hasta entonces.
Asentí. Había oído algo de eso.
En el camino, algunas gotas amenazaron con empezar una lluvia, pero, por suerte, quedó en nada.
Tras unos veinte minutos de tráfico, comenzamos a alcanzar las afueras. Los edificios iban perdiendo su lujo, y eran reemplazados por rústicas casas de campo. Era como una degradación progresiva.
Al poco vimos el amarillo del característico cordón policial cercando una casa de fachada barnizada. Varios coches y personas se agolpaban alrededor. Escuché cómo suspiraba Tom, exasperado.
-        Nunca podré entender la afición de alguna gente por querer ver sangre-murmuré, estando de acuerdo con él.
Noté como su miraba se volvía hacia mí, y supe lo que pasaba por su mente, de la misma forma que si me lo hubiera dicho. Todo el mundo que conociera mi historia me miraba con compasión. Me sonreían, y trataban de parecer amables. Todos se habían imaginado que al entrar al cuerpo, yo buscaba venganza. Tal vez, alguna vez fue cierto. Me imaginé mil y una vez mirándole a la cara, poniéndole las esposas, metiéndole en cadena perpetua. Pero todo aquello pasó tras mucho tiempo sin conocer la respuesta.
Aparcamos en la acera, y salimos del coche.
-        He puesto algo de material en el maletero, ¿voy a cogerlo?-pregunté antes de seguir andando.
Él negó con la cabeza.
-        Cuando recibimos el aviso, mandé a los chicos con la furgoneta del material-respondió.
Asentí, y continuamos caminando. Llegamos al recinto precintado. No tuvimos que enseñar la acreditación; la mayoría de la gente que estaba en la casa nos conocía.
Del lugar donde se agolpaban algunas personas, salían sollozos y llantos. Sacudí la cabeza.
En ese momento, uno de los chicos más jóvenes se nos acercó. Ben.
-        Hola, jefe-dijo, saludando al sherif- Marie, veo que también te han metido en esto-sonrió.
-        Sí, también lo estoy-dije, con una sonrisa cordial.
Vi como algunos de sus mechones rubios se le pegaban a la frente.
-        Estamos hasta arriba de trabajo-dijo.
-        Bien, ¿en qué me pongo a ayudar?-pregunté.
-        Sólo coge una cámara. El resto de material está ya dentro de la casa. Vamos, te acompaño a la furgoneta. Está en la parte posterior de la casa.
Asentí.
-        Chicos, yo voy a ver como están las cosas dentro de la casa.
Ben hizo una mueca.
-        Como quieras, jefe. Marie, vamos-añadió.
Los dos bordeamos la casa despacio.
-        No estais encontrando ninguna prueba.-susurré entonces.
Él me miró, y sus ojos le delataron.
-        Son las una de la madrugada. Tal vez mañana encontremos algo más-repuso.
Suspiré.
Me abrió la puerta de la furgonteta, y con un ágil salto, entré en ella.
-        ¿necesitas una linterna?-preguntó desde el exterior.
-        No, tranquilo. Creo que me conozco este trasto como la palma de mi mano.
A tientas, encontré una cámara, y salí al esterior. Cuando me disponía a saltar de nuevo, Ben me tendió los brazos. Dubitativa, me dejé caer sobre ellos. Mi jersey se subió un tanto, y me estremecí. No había notado el frío hasta entonces.
-        Gracias-murmuré cuando me dejó en el suelo.
Él sonrió con timidez.
De nuevo, bordeamos la casa, y encontramos al sherif hablando con alguien. Nos acercamos, pero en ese momento, un coche negro se paró delante.
-        Por Dios, los medios ahora, no-suplicó Tom.
Un joven, alto, de pelo castaño oscuro, salió entonces. Debía de tener mi misma edad, más o menos.
Se acercó a la cinta, y la pasó con naturalidad. Entonces, Tom se acercó, enfadado.
-        No puede pasar aquí sin acreditación. Es la escena de un crimen-dijo con una notable irritación.
Él hombre sonrió con amabilidad. Sus ojos tenían un color azul muy oscuro. Hipnóticos.
-        Soy el nuevo forense-dijo sonriendo, a la vez que sacaba su D.N.I.
Jake Darwin.
-        Oh, ¡cuánto lo siento!-comenzó a disculparse- La prensa es siempre un fastidio, y, no le esperábamos hasta mañana.
-        No pasa nada. Por favor, tuteadme, odio que me digan usted. ¿Puedo tutearos yo?-preguntó.
Tom rió.
-        Pues claro, hombre-dijo- Bueno, yo soy el sherif, Tom-le tendió la mano.
El jovencísimo forense se la estrechó con una sonrisa perfecta.
-        Este es Ben-añadió- Y ésta es Marie.
-        Encantada-dije, tras darle dos besos.
Él sonrió.
-        ¿Cuándo has llegado? No te esperábamos hasta mañana, y menos que aparecieras en la escena del crimen-señaló.
-        Hace tres horas, me llamaron para decirme que si podía adelantar mi vuelo. Al llegar y dejar todo en su sitio, decidí ir al Instituto Anatómico, suponiendo que abría alguien de guardia. Al llegar, me dijeron lo que había pasado, por lo que decidí coger mi coche y, siguiendo las indicaciones de una secretaria, venir hacia aquí-respondió.
Tom sonrió.
-        Aún no hemos entrado, ven con nosotros-pidió.
Jake asintió, y nos dirigimos a la casa. Ben y el sherif iban delante, nosotros dos detrás.
-        ¿Quién ha encontrado el cuerpo?-preguntó.
-        Nosotros acabamos de llegar, pero creo que un familiar dio la alarma. Hay una ambulancia. Han atendido algunas crisis de ansiedad-susurré.
-        Estas cosas son muy duras-advirtió él.
Yo cerré los ojos. Nadie mejor que yo sabía cuanta razón tenía aquel chico.
-        Lo sé-murmuré.
Entramos en la casa.
Nada más entrar,vi la sangre, y el cuerpo que yacía sobre el charco de ésta. El pelo color fuego tenía zonas cubiertas por esa sustancia escarlata. Su tez parecía fantasmal, y, justo sobre el pecho una gran raja roja de la que ya no salía sangre.
Dios mío.
Traté de respirar acompasadamente, con tranquilidad. Cerré los ojos, y reorganicé mis ideas. Pero las imágenes seguían pasando por mi mente.
Una mano se posó en mi hombro menudo. Abrí los ojos.
-        Marie, no tienes por qué estar aquí-susurró Tom.
Compasión, sorpresa, pena... todos esos sentimientos se podían percibir en su mirada.
-        Estoy bien-dije.
Su mano se apartó de mi hombro, y sostuve la cámara entre las manos. Dejé la mente en blanco.
Miré sus manos, y pulsé el botón del aparato.
Clic.
Su cuerpo.
Clic
El cuello.
Clic.
Los pies.
Clic.
Vi algo que hizo que llamara a los demás.
-        Venid-dije.
Los tres hombres se acercaron al lugar donde yo estaba,y se agacharon.
-        Es una inscripción-dije
-        <<Los impuros no son dignos de tener corazón>>-leyó Jake.
-        Es la misma inscripción, el mismo modus operandi, el mismo estilo de chica-susurró con cautela- ¿Estamos buscando al mismo hombre?-se preguntó.
Me volví hacia él.
-        ¿Cómo?-murmuré sin podermelo creer.
El sherif se revolvió, inquieto.
-        Sal fuera-musitó; parecía haber envejecido diez años.
Le seguí hacia la puerta.
-        Cuando encontramos a tu madre, había una inscripción junto a ella. Era la misma. Y la herida en el pecho, que los forenses diagnosticaron como la herida mortal, también coincide a simple vista-empezó, y cerró los ojos con fuerza, como si alguna imagen poblara en esos momentos su mente- Fue una oleada de crímenes, todos iguales. Chicas pelirrojas, de edades entre dieciocho y treinta años, todas con aspecto de niñas: menudas, tímidas. Tu madre no fue la primera, sino la última-siguió- No cogieron al culpable, eso ya lo sabes. No encontraron ninguna pista.
Tragué saliva.
-        ¿Me estás diciendo que estamos ante un asesino en serie?-pregunté.
Él suspiró.
-        No lo sé.
-        ¿Y que, después de veinte años, vuelve a actuar, cuando ese hombre debe tener cincuenta o sesenta años, quizá más?
-        Marie, no lo sé. Ya te he dicho todo lo que sé, a primera vista-dijo- ¿No te dice nada esto?
Cerré los ojos. Nadie había podido arrancarme ni un recuerdo, a pesar de todos mis intentos por rememorar aquella noche.
-        Sherif, llevo intentando recordar veinte años. Todos los días de mi vida. ¿Cree que, si el cuerpo que está en ese vestíbulo me dijera algo, me lo callaría?-le dije.
Me miró de nuevo.
-        Lo siento, Marie, ya sabes que no quería decir eso. Es sólo que, después de tantos años, no dimos con el culpable, y la historia se vuelve a repetir entonces. No se a qué atenerme ahora.
Sentí pena por él.
-        Pero, ¿cuántas pelirrojas puede haber en este pueblo, por grande que sea?-pregunté.
-        Las suficientes para otra oleada de crímenes, Marie-repuso- Creo que ya lo sabes, pero, te pediría que siempre salieras acompañada...
-        Tom, parece mentira que no sepas con quien hablas. Si ese hijo de perra está por ahí, juro que seré yo quien le ponga las esposas. Me da igual si hace veinte años no hubo pruebas. Un crímen nunca es perfecto. Siempre hay algo que delata al culpable.
-        De todas formas, tal vez no sea él mismo-dijo con poca convinción.
-        Da igual. Tanto si lo es como si no, lo encontraremos. Ahora tenemos que entrar. Habrá que encontrar algo.
Volvimos a entrar en la casa, en la que todo se examinaba con minucioso detalle. Me arrodillé junto al cuerpo, y cogí un guante de látex.
-        No parece tener signos de violencia-dije.
El forense, con otros guantes iguales, se arrodilló junto a mí.
-        En los pies tampoco, ni en las muñecas. Tampoco hay signos de agresión sexual-afirmó.
Me detuve en la camiseta, inspeccionándola con una lupa que pedí.
-        ¿Qué es eso?- murmuró entonces el forense.
Me acerqué para ver a qué se refería. Una pelusa azul marino estaba sobre una de las partes de la camiseta que aún no estaban ensangrentadas.
-        Pide unas pinzas y una bolsa se plástico-dije.
Se levantó, y al momento volvió con lo que le pedí. Con cuidado, cogí aquella extraña pelusa. La miró atentamente.
-        ¿Una fibra textil?-murmuró, mientras la metía en la bosita- Que la examinen en el laboratorio. Es urgente.
-        Hay más pelusas en algunos sitios. Mira esto-dijo.
Casi tapado por el cuerpo, asomaba un pequeño objeto redondo. Lo cogió, y lo metió en otra bolsa.
-        Es un botón-dije- Una pelusa y un botón, que, con la sangre no puedo ver bien, pero yo diría que negro.
-        ¿Crees que al analizarlo podrían saber de que prenda es?-preguntó Jake, que seguía inspeccionando el cuerpo en busca de más señales..
-        Es lo único que tenemos por el momento. Espero que puedan hacerlo-respondí.
Seguimos buscando alguna señal de algo en el cuerpo.
-        Marie, ¿has encontrado algo?-preguntó Ben.
Alzé la mirada y me topé con él. Algunas manchas de barro le cubrían la ropa.
-        Una pelusa y un botón. Pero nada más por ahora-repuse.
-        Algo es algo. ¿Cuál es la hora de la muerte?-preguntó.
El forense se levantó entonces.
-        Aún no lo sé. Será mejor llevarlo al Instituto Anatómico. Firmaré el acta de defunción allí-dijo- Llevaoslo, tendré que seguir mirando con detalle todo.
Unos chicos entraron, y, después de cubrir con una tela el cuerpo, se lo llevaron en una camilla.
-        Yo voy a ir con ellos-terció Jake.
El sherif llegó entonces.
-        Ninguno va a irse al instituto forense ya. Son las cuatro y media de la madrugada, y al menos necesitaís unas horas para descansar. Chicos, os necesito mañana despiertos.
Jake ladeó la cabeza.
-        Vamos, Jake, el cuerpo no se va a mover a ningún sitio.
El forense se lo pensó. Despues se encogió de hombros, rindiéndose.
-        Yo me voy a quedar para recoger todo esto-dijo el sherif.
-        Un momento. Voy a salir a llamar a un taxi para que me lleve a casa-dije, cogiéndo mi teléfono móvil.
El sherif hizo una mueca.
-        Es verdad. Llévate mi coche, mejor, Marie-dijo.
-        No, no hace falta, de verdad-suspiré.
Jake decidió intervenir.
-        Yo te puedo llevar. Llegarás a tu casa más pronto que si te lleva un taxi.
-        Marie, vete con el forense entonces, ¿no?-dijo Tom.
Asentí, y los dos salimos de la casa, donde estaban empezando a recoger ya el material.
-        Siento causarte molestias-dije- Aún puedo pedir un taxi.
-        Nada de eso. No es ninguna molestia-sonrió- Así voy conociendo al personal con el que tendré que trabajar.
Sonreí. Parecía muy amable.
Conducía despacio, y había puesto la calefacción. Un ambiente cálido me envolvía, sin llegar a ser pesado.
-        ¿Donde vives?-me preguntó.
Le indiqué la dirección.
-        Me viene de camino. Mi casa está sólo a dos manzanas-dijo.
-        Gracias.
Volvió a sonreir. Tenía una sonrisa perfecta.
-        ¿De donde eres?-pregunté.
-        Nací en España, pero he estado trabajando en Las Vegas.
Asentí.
Al llegar a la puerta de mi casa, aparcó el coche. Creí correcto preguntarle si quería algo, por las molestias de haberme traído.
-        ¿Quieres un vaso de agua o algo?-pregunté mientras salía.
-        Sí, gracias. Creo que me vendría bien.
Salimos de su coche, y entramos en mi apartamento. Encendí la luz, y me dirigí a la cocina, con el forense detrás.
-        ¿Leche, café, agua, zumo?-pregunté.
-        Leche-dijo.
Cogió el periódico que estaba encima de la mesa. Lo ojeó.
Mientras, yo saqué una botella de leche, y vertí un poco en dos vasos.
-        ¿Azúcar?-pregunté.
-        No, gracias. ¿Has visto esto?-señaló el periódico
Me volví, y sólo tuve que mirar por encima para saber a qué se refería.
Jake miró de nuevo el texto. Le había impresionado.
-        El tipo anónimo ese, Fedios83, ¿verdad?-dijo, mientras le ponía el vaso en la mesa- Escribe cada cuatro días en el periódico, en la sección literaria. Mucha gente compra el periódico solo para ver lo que pone. Dicen que es un genio, pero nadie lo conoce.
<<El alba no es el principio de un día, sino el comienzo del final de este. La noche aguardará siempre, y los mortales no podrán acabar con ella. Sólo los ángeles, criaturas de Dios, podrán descender del Cielo Divino, acabar con aquellos seres malignos, que, ocultos tras vivos colores,   sueñan con que el alba sea tan negra como la noche.>>
-        Parece muy religioso-repuso- Me tengo que ir ya.
-        De acuerdo. Te acompaño.
Salí a la puerta, y le despedí. Me sonrió desde el coche, antes de perderse en la oscuridad.
De nuevo, entré.
Me dirigí directamente a la cama, y me tendí sobre ella. No me preocupé siquiera de cambiarme. Cerré los ojos, y me olvidé de todo. O al menos eso quise hacer.
Porque, después de muchos años sin soñar, volví a hacerlo esa noche, en una agónica pesadilla. Una niña salpicada de sangre, y unos ojos oscuros que me perseguían sin piedad.
Quise buscar respuestas, pero no las hallaba.
Tan sólo veía esos ojos, y por un segundo, tuve la certeza de que los encontraría en cualquier parte del mundo, estuviera donde estuviese.

1 comentario:

  1. A mí ya me encanta ^^
    Solo una cosilla, me ha parecido ver que en la primera mitad del capitulo mezclabas primera y tercera persona al narrar.

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