domingo, 12 de septiembre de 2010

SUSPIRANDO EN LA VENTANA AL ANOCHECER

Y aquí estoy, apoyada en mi ventana, viendo sin ver tu reflejo soñoliento en mi cristal, adornado por la brillante luna llena. Tu cara reposa tranquila, y parece que una inexistente sonrisa emarca tu rostro. Las pequeñas estrellas que lo rodean lo embellecen, y en contraste con la negra noche, tu piel resplandece de forma sutil. Dejo que el vaho, que sale de mi boca en un suspiro, empañe por un momento los cristales, dejándote oculto tras una cortina tráslúcida. Te mando un beso mensajero a tu corazón, esperando recibir otro como respuesta, y después vuelvo a susirar en la ventana. Una gotita cae, y miro al cielo, que se cubre de nubes en poco tiempo. Mientras, el tic-tac de mi reloj resuena con ruido sordo en toda la estancia, marcando la hora. Pero estando tú aquí, no puedo hacerle caso, no puedo irme a dormir; estando tú aquí no me puedo permitir irme a la cama, arroparme con gruesas mantas e ignorar tu reflejo en el cristal, esperándome. Sólo puedo aguardar mientras te miro, a que caigan más gotas de agua, a que comience la tormenta, y, cuando baje el primer rayo, que se lleve tu reflejo tras sí, para no dejar nada a su paso. Entonces, resignada y cabizbaja, me dirigo a la cama, me arropo entre las sábabas, y dejo que mi último pensamiento, primer y último sueño, y primer pensamiento al levantarme, sean para ti.

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