domingo, 24 de octubre de 2010

VOLVER POR TI

Madrid, 11 de Marzo de 2004, 7.34 AM

<< Vale, te llamaré en cuanto llegue. Supongo que estaré en Atocha en unos minutos. Te quiero, adiós.>> Esas fueron mis últimas palabras antes de colgar el móvil. Tuve que ir con cuidado a la hora de guardarlo en el bolso, pues hoy, 11 de Marzo, el tren está abarrotado, cómo suele ocurrir entre semana, a la hora punta para ir a trabajar. Después de un año en el extranjero, por fin volvía a Madrid. Apenas quedaban unos minutos para llegar a la estación, por lo que atravesamos el último túnel reduciendo ya la velocidad. Pero algo comenzó a fallar. Hubo un breve silbido extraño, un inusual traqueteo y después se apagó la luz. Unos interminables chillidos rasgaron el aire, y en el transcurso de cinco minutos exactos algo explotó. Todo quedó en silencio, y lo último que alcanzé a ver fue un charco de sangre, y cuerpos tirados en el andén. Luego mis ojos se cerraron, y sólo escuchaba que alguien gritaba, me llamaba, y tiraba de mí. Después de eso perdí definitivamente el conocimiento, y desaparecí para siempre de ese lugar.

***

Cuando despierto me encuentro en un túnel. No siento nada, tan sólo un leve tirón en alguna parte de mí. Comienzo a andar a través de él, sin poderme imaginar cómo he llegado a ese lugar. Mis manos rozan los muros, y en ellos veo mis recuerdos, ordenados cronológicamente en el tiempo. Me dejo llenar por ellos mientras camino hacia el final, donde puedo ver una deslumbrante luz blanca. Sin embargo, veo una figura que se va acercando poco a poco hacia mí. Es mi padre. Me hubiera llenado de una inmensa alegría, de no ser por que sabía que mi padre había muerto hace algunos años, aquejado de una extraña enfermedad sin cura.
Se detiene a pocos pasos de mí y me sonríe cálidamente.
- ¿Papá?-pregunto.
Él asiente despacio.
- Pero, ¿dónde estoy?, ¿cómo es que tú estás aquí?-dijo con perplejidad.
Veo cómo su rostro se ensombrece poco a poco mientras hago preguntas, y en un momento dado paro y espero a que conteste.
- Pero, ¿de verdad que no te acuerdas?-dice después de un rato.
- ¿De qué debería acordarme?-vuelvo a cuestionar confusa.
Él respira hondo antes de contestar.
- ¿No recuerdas la explosión del tren, y cómo saliste despedida por la ventana, para después caer en el andén?
Ahora sí. Ahora vuelvo a escuchar el silbido, el traqueteo, y la terrible explosión. Allí, tirada en el andén en medio de muchos cadáveres, me observo a mi misma, y a un rostro que me coje de la mano, y me sujeta mientras espera a que lleguen sanitarios. El paisaje está teñido de sanqre y lágrimas, pero esto no es una película, es la vida real.
- Entonces yo… ¿yo estoy…?- no puedo acabar la frase, y un nudo presiona mi garganta sin piedad.
Mi padre no responde, y lo tomo como una afirmación.
No puede ser. No puedo haber muerto. No puedo haberme alejado del mundo en unos minutos, no puede haber terminado todo ya, pero sobretodo, no puedo dejar de lado la vida, teniendo tantas cosas por dar, entre ellas, el amor. Aún tengo grabado cómo me sujeta la mano Rubén, y en alguna parte sé que aún sus dedos se entrelazan con los míos.
- No puedo irme aún. Todavía no es mi hora, y me queda mucho por vivir.-digo con determinación.- He de volver.
Él me observa como si también lo creyera, y entonces comienza a hablar.
- No cruces entonces, pequeña. Vuelve y deja que tu corazón vuelva a latir. Halla la fuerza para volver en tu interior, y volverás. Aún puedes hacerlo. Vuelve a la vida, María, mi pequeña-dice.
Lo abrazo y por mis mejillas corren lágrimas calientes, pero nuestro abrazo dura poco tiempo, ya que un fuerte tirón me desequilibra, y comprendo que es mi hora. Aprovecho el empujón que viene del otro lado para poder volver, y pronto veo que caigo en un abismo que no tiene fin.

***

Lo primero que siento es dolor. Pero también siento el golpeteo constante de algo dentro de mí. Como un corazón. Y una respiración lenta que también surge de mi interior. Vuelvo a sentir mi cuerpo, y eso sólo puede significar una cosa: vida.
Abro los ojos y veo multitud de vendas que rodean mi cuerpo, además de varias vías intravenosas que sujetan mis muñecas. Estoy tendida en una cama con barandillas, que está conectada a una máquina que va marcando mis latidos. Ladeo la cabeza y me encuentro con un rostro familiar: Rubén. En cuanto me ve, veo cómo una lágrima cae de sus ojos.
- ¡María, oh Dios, has despertado!-dice, y las palabras quedan atrapadas en su garganta.
En un momento dado, bajo la vista, y observo que una de sus manos está agarrando la mía. Algo que me hubiera permitido volver, con la ayuda de un simple tirón.
- ¿Qué te ocurre?-dice de pronto, y me doy cuenta de que estoy llorando; llorando porque sé que él me ha traído de vuelta. Pero niego con la cabeza; no es necesario contar mi experiencia.- María, no despertabas, pensábamos…, oh, Dios, pensábamos que tú…
- Shh-susurro- Estoy aquí, he vuelto por ti.
Me abraza y siento que todo deja de tener sentido a mi alrededor, pero, por muchos días que pasen, no contaré nada a nadie: el haber estado muerta y haber vuelto a la vida. No contaré que he desafiado a la muerte, y que he vuelto, gracias a un sentimiento. Será mi secreto, algo que guardaré conmigo para siempre, porque, gracias a él, me ha brindado una segunda oportunidad para volver a vivir.
Tan sólo quedará de testigo de mi muerte, un monitor que contó que mi corazón había dejado de latir durante tres minutos.

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